El deporte mexicano sigue dando pena ajena y como dicen por ahí sigue arrastrando el prestigio. Ya pasaron los tiempos del “Toro” Valenzuela, Julio César Chávez, Hugo Sánchez y más recientemente de Ana Gabriela Guevara. Que no me salgan que Lorenita Ochoa es la mejor golfista del mundo, porque es un deporte que en México nadie entiende y sólo a los patrocinadores les importa ¿Solamente queda celebrar con efusividad el gol de Giovanni Dos Santos en la segunda división inglesa?
Los fracasos van uno detrás de otro. Primero la vergonzosa derrota del pugilista Marco Antonio Barrera en cinco asaltos, después la caída de la Selección Mexicana de Beisbol ante Cuba y finalmente lo peor: el Cruz Azul hizo el ridículo en la Concachampions al perder 2-0 ante el Puerto Rico Islanders. O sea que las escuadras de futbol mexicano no sólo pierden en Estados Unidos sino ahora ya lo hacen en tierras boricuas también (y no me salgan con mamadas de que nomás en EUA porque Puelto Lico es un Estado Libre y Asociado).
En fin todo lo anterior me parece patético pero lo del Cruz Azul creo que llega ya a niveles críticos, veamos. Como todo mundo sabe la llamada por algunos payasos máquina cementera es uno de los cuatro grandes del balompié nacional, sin embargo su última coronación sucedió en el torneo de invierno 2007 en el estadio Nou Camp ante el León (equipo que ahora navega en la 1a división A y que parece va a estar ahí un buen rato todavía). Puede argumentarse a favor de los azules que hay un considerable número de equipos grandes en el mundo que llevan mucho tiempo sin ganar un título en sus respectivos torneos locales, como el Athletic de Bilbao, Rosario Central, Paris Saint Germain, Liverpool o los Valedores de Iztacalco, pero lo lamentable es la forma en que la máquina celeste se ha venido abajo en los últimos tiempos.
Cruz Azul tiene un prestigio más allá del deportivo: la industria cementera, orgullo nacional. Quizás esta sea la causa de que las críticas hacia este equipo por lo regular van dirigidas hacia los jugadores y cuerpo técnico, la directiva es intocable. Cruz Azul S.C. desde hace mucho dejó de operar como una auténtica cooperativa, actualmente el aspecto deportivo lo encabeza Guillermo Billy Álvarez, el cual sólo lleva un título en más de veinte años dirigiendo a los capitalinos. Su paso ha sido turbulento, turbio y tortuoso, con innumerables actos cargados de soberbia y múltiples fracasos, el Cruz azul se convirtió en el ya merito, en el equipo al que siempre le hace falta dar el paso final, en el eterno subcampeón.
Como resultado de lo anterior, actualmente las playeras cruzazulinas se venden menos, -aunque según algunas encuestas (sin mucho valor por cierto) la consideran como la tercera más bonita del mundo, algo bastante discutible- la taquilla disminuye dramáticamente en el Estadio Azul y como resultado varios expertos no dudan en considerar a la afición celeste como una de las más frías del país.
Se sabe que el Cruz Azul se caracteriza por pagar bien a sus jugadores y por lo regular a tiempo, a pesar de ello los futbolistas enrolados en sus filas brillan poco y su destello es más bien opaco, véase sino: Luciano Figueroa, Chelito Delgado, Marcelo Delgado, Marcelo Carrusca, Federico Lusenhoff, “Parejita” López, “Loco” Abreu y un largo etcétera. Ya en alguna ocasión Billy Álvarez separó a todas las “divas” y dejo en la plantilla a los jugadores con huevos.
El problema radicó en que la vedette principal, Guillermo Álvarez, no tuvo los tamaños para separarse de su cargo. En recientes declaraciones mencionó que los jugadores “entraban desconcentrados a la cancha y por eso recibían goles tempraneros”. De Billy nadie habla, pero son sabidas sus relaciones con promotores oscuros e inclusive el anterior técnico del Cruz Azul Sergio “Pingüino” Markarián, también apodado “El Mago”, mencionaba que una de las principales causas para no renovar contrato con los cruzazulinos después del subcampeonato del torneo apertura 2008 fueron las diferencias con la directiva y de acuerdo con algunos rumores se le obligaba a alinear a ciertos jugadores por presiones de representantes o promotores.
Otra mancha en el expediente resultó el caso de dopaje del defensa lateral derecho Salvador Carmona. Durante la Copa Confederaciones 2005 los jugadores del Cruz Azul Salvador Carmona y Aarón Galindo fueron separados del plantel por uso de norandrosterona. La FEMEXFUT quizo tapar el Sol con un dedo, los jugadores evitaron el contacto con la prensa y finalmente FIFA suspendió a ambos jugadores por un año.
Pero aquí no acabaría la historia. A la postre del cumplimiento de su sanción, Carmona fue reintegrado al Cruz Azul, pero el jugador de nueva cuenta dio positivo, ahora con una sustancia de nombre estanozolol, el Tribunal Arbitral del Deporte decide suspenderlo de toda actividad futbolística profesional de por vida, sin embargo, el timonel en turno Isaac Mizrahi decidió alinearlo contra los Tuzos del Pachuca en el juego de ida de la semifinal del torneo apertura 2008. Ante tal acontecimiento la FEMEXFUT sancionó al Cruz Azul eliminándolo de la competición sin celebrarse ya el juego de vuelta. Carmona fue crucificado por gran parte de la prensa deportiva en México, TV Azteca perdió millones de dólares al no jugarse dicho partido, se ensañó con el jugador y montó un espectáculo moralista colocándolo como el malo de la película y poniéndolo como un anti ejemplo de deportista y de ser humano. Posteriormente Mizrahi sería cesado de su cargo.
Es así como Cruz Azul comienza a ser la nota, pero no ya por sus logros deportivos, sino por los dramitas nacos que envuelven a la institución: escasa cantera, jugadores sobrevalorados y que dan más de que hablar por apariciones en programas de espectáculos que por su desempeño en la cancha, casos de dopaje e incluso ya en alguna ocasión sufrió el secuestro en 2005 de su entrenador Rubén Omar Romano.
Mientras Billy Álvarez continúe encabezando la dirigencia celeste, Cruz Azul seguirá de fracaso en fracaso, tropezando sin levantarse y siendo el hazmerreír del América. Cruz Azul no entiende –ni entenderá- que la historia se repite dos veces: primero como tragedia y otra como comedia.
El rey feo