martes, 21 de julio de 2009

Divagación

1994, año marcado por el levantamiento en armas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional el primero de enero en Chiapas, la entrada en vigor del TLCAN, el mundial de futbol en Estados Unidos que arrojó a Brasil como tetracampeón, el suicidio de Kurt Cobain y el genocidio en Ruanda.
Ese mismo año moriría a los 33 años Kevin Carter, fotógrafo que mediante su cámara obtuvo una de las imágenes que más han impactado a la humanidad en los últimos tiempos: “una niña agachada y con la cabeza pegada al suelo es acechada por un buitre en Sudán”. Kevin, incluso llegó a mencionar “esperé aún más tiempo para que el buitre abriera sus alas”. Existen una serie de mitos en torno a la foto, la cual el surafricano vendió muy bien al New York Times y que derivó en un Premio Pullitzer para Carter.
Las críticas para el fotógrafo no se hicieron esperar, que por qué no ayudó a la niña, que se hizo rico gracias al sufrimiento de los demás, que si no le consternaba el sufrimiento de las masas famélicas en África. Deprimido por la muerte de un amigo, las contradicciones, la incongruencia, la reprobación y los cuestionamientos, unos cuantos meses después de recibir el prestigioso galardón se suicidó.
Él mismo mencionó que era la foto más importante de su carrera, pero que la odiaba. Finalmente, de acuerdo a los cánones de la vida moderna la foto tiene una extensa difusión, pues se puede ver igual en propaganda de medios afines a la izquierda que en presentaciones de power point donde se pide a uno que “valore lo que tiene y de gracias a Dios por lo que posee a diferencia de otros”.
La labor de Carter es muy cuestionada por millones en el mundo: ¿Dónde quedó la ética del artista? Su sumisión ante los instrumentos seductores del capital (dinero, premios, fama). Supongo que fue muy difícil estar en los zapatos del fotógrafo, el remordimiento “por no ayudar la niña”, la imagen por sí misma angustiante, sumado al repudio de la gente ¿quién podría con eso? Albert Camus comenta en El Mito de Sísifo sobre el suicidio que “El gusano se halla en el corazón del hombre y hay que buscarlo en él”.
Sencillamente no pudo con ese peso sobre su espalda, su arte, para muchos, terminó por ser una imagen amarillista, morbosa y neutralizadora de la decadencia, cuando el quizá (y subrayo quizá) quería comunicar o manifestar otras sensaciones. Nada se comenta de la ideología de Kevin Carter, solamente se dice que se volvió drogadicto antes de su muerte. Fue juzgado y condenado, cuando muchos de los que lo culpaban seguramente tenían (y tienen) más responsabilidad sobre las masas hambrientas en el mundo. Mi apreciación puede ser tachada de absurda, de ser una lectura errónea y políticamente incorrecta: finalmente, tanto la niña sudanesa como Carter terminaron -con matices diferentes- por ser carne de cañón en una sociedad donde la violencia cada vez es más asimilada, la miseria es noticia, la consciencia social se agota y el egoísmo se siembra paulatinamente aunado a un mundo donde el sufrimiento ajeno y la guerra se convierten en espectáculo.
Ahí queda la foto.
el rey feo

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