domingo, 27 de junio de 2010
La selección de los mediocres
Una vez más el aficionado volvió a quedar decepcionado de la que piensa es su selección. México cayó sin ni siquiera meter las manos por tres goles a uno contra una Argentina que caminó y caminó y caminó durante 90 minutos. De nueva cuenta toda la maquinaria política y comercial puso sus mejores cartas a trabajar para inflar un producto que reventó como globo corriente al primer tallón.
Es así como vimos un desfile de comerciales en los que nuestros nuevos próceres al ritmo de una tonadita de videojuego noventero bailan más torpemente que los hipopótamos rosas de Walt Disney, o bien disfrutan botanas mientras se enajenan como cualquier mortal con los juegos de su consola y bueno, para demostrar que el capital es incluyente, una compañía refresquera invita al aficionado común a realizar un comercial si se parece a los jugadores de la selección nacional. En el colmo de la situación, el timonel de la selección Javier Aguirre, al estilo de un político fascista se dio el lujo de dictarnos toda una cátedra de valores nacionalistas teniendo como fondo el Ángel de la Independencia, esto para el proyecto del gran capital mexicano Iniciativa México.
Haz goles, no sándwiches ni bailecitos ridículos, mencionaban algunos diarios. Sin embargo la mayoría de los medios de comunicación masiva como un hincha o aficionado cualquiera se dedicó a echar porras en vez de realizar análisis debidamente concienzudos y críticos. Se colocó al jugador de futbol al nivel de una estrella de rock tipo Bono, con cualidades mitológicas y en el mismo escaparate que un Superman, o bien un Kalimán, o un Rocámbole, digo pa´ poner el ejemplo a la mexicana.
Efectivamente, en el imaginario colectivo desde el Mundial de México 86, se fue configurando la idea de que futbol es igual a patria, aficionado es igual a patriota y caras pintadas tricolores es sinónimo a fervor nacional. Aún así el futbol nacional experimenta un estancamiento grotesco que -si bien voy a mencionar un lugar común- refleja la realidad de un país salpicado por la inestabilidad, la cerrazón del aparato burocrático, su consecuente mediocridad y conformismo. Recordemos -¡basta con que recordemos!- que durante este tiempo se dio un asalto a la democracia con el triunfo de Carlos Salinas de Gortari en 1988, paralelamente el medio futbolístico vivió el famoso asunto de los cachirules, que privó de jugar una eliminatoria y el consecuente mundial de Italia 90 a una generación de muy buenos jugadores. Y si bien es cierto que bajo la dirección de César Luis Menotti hubo una evolución del balompié mal llamado azteca, hubo sobre todo una revolución en el consumo del futbol, con el campeonato de la copa de la CONCACAF y el subcampeonato de la Copa América en 1993, precisamente previo a la entrada al vigor del TLCAN.
La derrota del PRI en las urnas también movió al mundo futbolístico. Mi análisis parecerá un tanto exagerado y se puede debatir, pero me aventuraré a realizarlo ateniéndome a las críticas. Bajo el régimen príista, se formó la idea de un país incluyente, el partido de Estado era un partido incluyente (constituido igualmente por prestigiados personajes de derecha, intelectuales de corte izquierdoso y algunos masones). Al asumir el PAN el poder se rompe con ese esquema de inclusión, al igual que en diversos ámbitos de la economía y la política se comienzan a adoptar en nuestro balompié ideas poco coherentes con su accionar. Pues si bien los torneos cortos inician en 1996, se consolidan en la primer década del siglo XXI, tomando como referencia el futbol argentino, un futbol exportador de piernas y no importador como el mexicano. Al mismo tiempo comienza la llegada de las barras bravas, exportadas directamente del Cono Sur. Esta idea rompió, si bien todavía no totalmente, con ese toque clásico que tenía nuestro balompié de compartir tribuna con alguien del equipo contrario, con una mezcla de colores, totalmente sui generis en el mundo. Es así como al igual que en Chile, Colombia y Argentina, se comenzó a hablar de la parcialidad local y la parcialidad visitante, la venta restringida de entradas a los aficionados del club visitante y el consecuente ascenso de la violencia en los estadios, esa violencia tan sintomática de nuestra sociedad y que en las grandes urbes ya se nos hace tan ordinario como la caída de los nuestros en los octavos de final.
Es así como también los grandes empresarios comienzan a comprar equipos que a su vez sirven como estandartes de sus productos, los gobiernos se mezclan en los negocios futboleros para utilizar al equipo como banderín político y hasta plataforma de campaña y al mismo tiempo el jugador de futbol se vuelve un ente deseable, se le convierte en un ícono y ejemplo: hogares opulentos, carros lujosos, posesión de mujeres exuberantes al mismo tiempo que se realizan las más tierna y nobles labores filantrópicas, todo como consecuencia de la fama y el dinero.
Del mismo modo, se crea un medio futbolístico aburguesado, con altos salarios y poco amor a la camiseta, pero lo que es peor, el poco arraigo del futbolista y su escasa adaptabilidad a habitar en diversas ciudades, así navegue de equipo en equipo. Es común que los comentaristas y analistas hablen de que no se da oportunidad a los futbolistas jóvenes –como si en este país se diera oportunidad a los jóvenes, recordemos los diversos estudios sobre los ninis-, las feroces críticas a los veteranos de 32 años, así como las arduas y extremas críticas a los naturalizados que en varios casos rayan en la xenofobia. Pero acaso ¿alguien habla de la comodidad que tienen los hijos de los futbolistas para proyectarse como profesionales? Los casos abundan, no lo digo yo, solamente hay que mirarlo, el más claro ejemplo es el querido astro el Chicharito Hernández, nieto de Tomás Balcázar e hijo del Chícharo Hernández. No niego las cualidades futbolísticas de este, pero hagamos memoria, por favor hagamos memoria: únicamente bastaron diez goles en la liga para que este jugador fuera traspasado al Manchester United. Hugo Sánchez, Luis Flores, Carlos Hermosillo, Joaquín del Olmo o hasta el mismo Javier Aguirre tuvieron que demostrar más que eso para ir a jugar a Europa. Claro que el capital hoy en día funciona distinto, cierto que se contraen las distancias, los contratos han cambiado y el rol social del futbolista ha variado, pero es un ejemplo, que muestra como la capacidad de mercadotecnia puede inflar a un futbolista, convertirlo en ídolo, su consecuente elevación al nivel de dios y la generación de un espectro de consumo tan elevado que contrasta con la cantidad de goles que se anotan en la liga mexicana cada semana.
Así que no nos extrañe la derrota contra Argentina, pues se creó una falsa y farsa expectativa desde que Hugo Sánchez asumió el cargo de D.T., los mismos que lo pidieron a gritos y lo contrataron lo quitaron -como Estados Unidos al régimen talibán en Afganistán-, al igual que éstos Hugo quedó como el malvado de la película. El paso efímero de Chucho Ramírez y el desastre que causó Sven Goran Eriksson, que dicho sea de paso, propuso nada al medio futbolístico mexicano, sino que al ser quitado de su cargo fue a parar a Costa de Marfil y arruinó por su incapacidad de dirigir grupos complejos y su fácil manipulación por parte de los empresarios a toda una generación de grandes futbolistas marfileños.
Retomó el tema, la era Aguirre termina como empezó, con aquella lamentable derrota contra El Salvador, con un grupo de futbolistas sin actitud, aburguesados, amedrentados y cohibidos. Todo un proceso y una era de estira y afloja con la prensa, pero siempre del lado del capital. Lo que mal inicia, mal acaba. Y pues sí, otro proceso fallido del Vasco como Director Técnico nacional. Aprendamos que la historia se repite dos veces: a decir de algunos primero como tragedia, después como comedia; a decir de otros se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa. Para esta selección yo me quedo con esta última.
El rey feo
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