Mi amigo Yev me comentaba que en alguna ocasión, durante la cena y por un tiempo bastante largo jugó con su hermano y su papá a relacionar el nombre de las estaciones del metro con su símbolo. Ahora que lo pienso, me parece un juego muy divertido, además de geográfico. Comento este punto porque pienso que es una aberración que las estaciones del metro Viveros y Etiopía hayan cambiado su nombre por Derechos Humanos y Plaza de la Transparencia respectivamente. Por si fuera poco los emblemas de ambas estaciones fueron modificados, agregando el logotipo de la Comisión de los Derechos Humanos a Viveros y la silueta del DF a Etiopía. Sin duda alguna este evento obedece a un proceso alegórico, pero sobre todo a un acto bañado de demagogia institucional.
Geográficamente, los Nombres nos dan señal de los rasgos característicos de un sitio, la organización del territorio y la modificación de los elementos en el paisaje. Del mismo modo nos dejan entrever cuales son los íconos de identidad de un lugar y que símbolos funcionan como mecanismos de cohesión social dentro de una comunidad. De hecho, el espacio por si solo muestra a los objetos, a los procesos y los roles que enmarcan a una sociedad.
El simple hecho de nombrar (entiéndase poner nombre) a un objeto, lugar o persona -incluso apodar a cualquiera de estos- es un ejercicio elemental de comunicación. Los recursos resultan múltiples, pues se puede ir de lo concreto hasta lo metafórico, lo cual obedece a factores psicológicos y sociológicos de acuerdo a la percepción individual o colectiva de un sitio.
Por lo tanto, otro punto a mencionar es como el egocentrismo y el etnocentrismo se reflejan al analizar los Nombres Geográficos. En mayor o en menor medida, los Nombres tienen un impacto en el inconsciente, ya sea individual o colectivo, pues a través de estos, los grupos hegemónicos tratan de plasmar su poder y los rasgos característicos de su cultura e ideología. Si al Nombre agregamos el Símbolo (un escudo, un dibujo, una bandera) lo que se hace es reforzar a través de la Imagen la connotación que se desea dar al objeto, por el simple hecho de que el Ícono representa ciertas cualidades, características e incluso aspiraciones y hasta valores. Por lo tanto el ser social empieza a interrelacionar ese signo con los hechos a través de su experiencia, experiencia que en la época actual se ve alimentada a través de los medios de comunicación masiva.
Ahora bien, el Nombre de las estaciones del metro no es un hecho digamos “neutro”, sino el reflejo de una organización social, de un contexto histórico y que sirve además como referente espacial. Es obvio mencionar que el Símbolo de la estación hace referencia al Nombre de esta, a un rasgo emblemático del sitio o a un hecho geográfico.
Durante la gestión presidencial de Lázaro Cárdenas (no pretendo halagar a este) se estuvo en desacuerdo con la Sociedad de las Naciones por la invasión del Fascismo italiano a Etiopía. Incluso el emperador Haile Selassie posteriormente visitó México en 1954 como prueba de agradecimiento por el apoyo brindado al pueblo etiope. Este hecho dio lugar al establecimiento de la Glorieta Etiopía en la colonia Narvarte de la Ciudad de México y en 1980 se creó la estación del Metro con el nombre de ese país perteneciente a la región africana llamada "el cuerno de la pobreza". De hecho el Símbolo de la estación es el emblema de Etiopía, la cabeza de un León, que a su vez hace referencia al León de la Tribu de Judea. Por cierto el nombre de Etiopía significa en griego "cara quemada".
En 1977 el nombre oficial de ese país pasó a ser República Socialista de Etiopía. En fechas recientes el nombre de la estación cambió, ahora llamándose Etiopía/Plaza de la transparencia. El motivo, más simplón que las declaraciones de un futbolista al concluir un partido: el InfoDF (Instituto de Acceso a la Información pública del DF) tiene cerca sus instalaciones de esta estación.
¿Oportunismo político? Sí. En un país donde la democracia se reduce al hecho de votar y en donde al hecho de poner un tache en una boleta se le llama participación ciudadana ¿Qué más se podía esperar? En un escenario donde las instituciones están urgidas y ávidas de credibilidad, los referentes territoriales se desplazan para instaurar nuevas representaciones simbólicas que a su vez adquieren nuevos matices en el espacio.
Sólo me queda una duda, un tanto infantil e inocente. Tras su pasado rasta ¿Qué carajos pensará Yev del cambio de nombre a la estación? Y esto lo digo porque algunos sectores vinculados al movimiento rastafari en esta ciudad ya comienzan a mostrar su desacuerdo tras la mutación nominal.
El rey feo
Buena nota. Sólo agragando, que las cuestiones simbólicas también son manifestaciones de poder y de dominación, o como diría Gramsci, de hegemonía, ¿que puede ser más hegemónico que imponer por todos lados nombres y símbolos para enaltecer una democracia inexistente pero que les brinda más poder a quien ejerce el poder? Para mayor información vease al propio Gramcsi, a Eric Wolf, y a David Harvey en espacios de esperanza (y a otros que no recuerdo).
ResponderEliminarHijo del subdesarrollo