Me resulta bastante divertida la forma en que la derecha mexicana busca, y encuentra, nuevos espacios para difundir su ideología y sus estándares de comportamiento. El deporte nacional -y sus consecuentes héroes- se han convertido en un vehículo indispensable para que los panistas ganen terreno y así diseminen, o más bien prediquen a lo largo y ancho del país sus valores, su sectarismo, su arrogancia, su conservadurismo y sus condenas.
Se perciben la doble moral, el doble discurso, las ideas retrógradas y elitistas, persecusiones mediáticas a manera de linchamiento, las descalificaciones para lo diferente, la discriminación hacia lo extranjero. Todo para sembrar un exacerbado nacionalismo a través de personajes aburguesados y acríticos.
Pero a la derecha le encanta, le fascina ser protagonista. Con tal de conseguir la perpetuidad, y su beneficio político, social y económico es capaz de llegar al extremo, a lo burdo. Es más, no le importa hacer el ridículo con tal de ocupar los primeros planos. Y sino me creen, solamente basta con observar estas simpáticas imágenes.
Y yo me pregunto después de ver esto ¿Con qué calidad moral prohiben besarse en el rincón de un callejón? ¿Con qué parámetros estéticos quieren impedir el uso de minifaldas y de ropa entallada? Caramba.
El rey feo
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